Rumi Phuyu

Locaciones
Machu Picchu
Ollantaytambo
Cuzco
Sacsayhuamán
Obrajillo
Tambomachay
Piquillacta
Tipón
Puca Pucara
Huayllay
Técnica
Fotografía analógica
Formato medio 6x7
Doble Exposición
Año
2021

 

  • SOBRE PIEDRAS, NUBES Y FANTASMAS. Por: Alberto Pacheco Benites

    Estamos ante la nueva serie de un cazador de fantasmas que, fiel a su búsqueda, expone otro cariz fantasmal. En esta ocasión Cristias Rosas abre otro intersticio, otro territorio liminar que aparece como portal, como puerta vaivén, para explorar una articulación de fantasmas más móvil y más múltiple. Esta nueva serie supone una exploración que cabalga esa cornisa de fantasmas y de partidas, que mira y nos invita a perseguir el fantasma de la nube (que pasa) en la piedra (que se queda). Nos invita a explorar cuánto de la piedra («rumi») deviene nube («phuyu») y viceversa, a razón del tiempo y de todo lo que se va.

  • (EX)PONER LO MÚLTIPLE: DEVENIR-PIEDRA Y DEVENIR-NUBE

    La partida interpela y moviliza, hace devenir. La partida entendida no sólo como dejar un lugar e irse, sino también como dejar un tiempo y pasar. Es en este sentido que Cristias propone las figuras de la piedra y de la nube para dar pie tanto a la multiplicidad de lo que se va, así como a los ecos de los que ya han partido. No se trata de una dualidad ni de opuestos binarios, sino de los puntos sobre los que se desarrolla un continuum y sus matices. Así, esta serie bien parece revelar un devenir-nube en su interacción con un devenir-piedra. Lo primero como la fuerza de irse hasta ser ausente, transformando todo lo que se deja; lo segundo como la fuerza de aquello que queda, testigo de todo lo que ha partido, que ya no está pero que (aún) lo constituye. Y es que, mientras no hay dos cielos iguales porque nunca pasará la misma nube, todo lo contrario ocurre con la piedra, que es testimonio contra el paso del tiempo. Bien decía Barthes que «la piedra no es la vida ni la muerte, es la inercia, la terquedad de la cosa por no ser más que ella misma». Para ello en esta serie la doble –o múltiple– exposición constituye el catalizador de la multiplicidad de ese intercambio entre el devenir-nube que remite a las partidas y el devenir-piedra que resuena en el quedarse.

  • Todos sus portales y escenarios son esa puerta vaivén en la que dialoga y se vincula el devenir-piedra (que siempre aguarda) con el devenir-nube (que siempre pasa). La lente y el trabajo fotográfico los aúnan en un flujo indiscernible en el que, mientras la nube es consciencia del tránsito, la piedra es evidencia de su propia permanencia. A esto último refiere Caillois, cuando afirma que aquellas piedras que no han recibido acción humana a lo largo de su historia y que quedan expuestas a la intemperie y al tiempo, «sólo dan testimonio de sí mismas». De allí que se abra la pregunta respecto a si la presencia remite a aquello que le resiste al tiempo, dejando huella de su existencia; o si es el tiempo (el pasar que se hace pasado) lo que sirve como testimonio de que estamos siendo, de que algo estuvo.

  • Rumi Phuyu se convierte en portal, en vaivén, en encuentro, entre una interrogación al tiempo y a la ausencia (el pasado, el pasar, el partir) y una relación con la naturaleza, entre un irse y preguntarse qué se deja, re-visionando al ande y lo que éste delata. Se trata de una exploración que nos recuerda, como indica Breton, que las piedras (y sobre todo las más duras) continúan hablándoles a quienes quieran oírlas.