La Otra Cotidianidad
- Se diría que la idea de calificar fenómenos como patológicos traduce un ejercicio fundamental de la norma, esa horma con que somos calzados o cuya talla no siempre conseguimos alcanzar. Sea como fuere, el efecto discriminador así practicado tanto da cuenta del escándalo que despiertan las preferencias más excéntricas, como de aquella invisibilidad en que todo lo anormal es, por lo general, alojado.
Deleuze ha llamado la atención sobre el hecho de que los distintos regímenes que el poder ejerce obligan a tomar partido, a título excluyente, por alguno de los términos que cualquier binomio eleva. Así pues, en claro desmedro de la pasividad, los agentes activos suelen apropiarse de los créditos principales; La mirada homofóbica identifica, por ejemplo, dominantes y dominados, para mejor parodiarlos; bajo la misma lógica las tropas sádicas, militarmente encueradas, aplastan a un colectivo masoquista, aparantemente ajeno a la repartición del coraje. De un lado el sofisticado empoderamiento ritual que el Marqués de Sade habría conquistado; del otro, un resignado misticismo, una domesticidad silente, toda la oferta de dependencias a las que Sacher-Masoch claramente se abocara.
- Sin embargo, y mal que les pese a las almas bellas o a los ángeles guardianes de la moral judeocristiana, la contemporaneidad se ha visto emplazada por los menos prestigiados, por los que antaño nada pintaban. Su espectro es llamativamente variopinto: En la industria musical lo melódico sufre serios arrestos de una rítmica cacofónica por demás avasallante; en la superficie de los discursos ideológicos imperantes, las reflexiones muy elaboradas ceden ante la simpleza y celeridad de los nuevos eslóganes; la estética de los trazos mínimos emerge como más operativa y funcional que la ética de las argumentaciones pretéritas. Desborde entonces de saberes y quehaceres menores, articulación de sensualidades y sexualidades minoritarias, para expresarlo en la clave de Foucault.
- No es casual que según ese tenor, los cuerpos se hayan adueñado hoy de un nuevo imperio, pruebas, rutinas y disciplinas incluidas galopando sobre el lomo de unos pensamientos ayer destacados. Estampar la piel, enmascarar el rostro, anexarse toda suerte de prótesis y adminículos, reconfigurar los atributos históricamente naturalizados; optar en fin, por la indefinición de los géneros y apostar por el juego de roles. Así planteadas las cosas, nada es lo que parece; así visto el asunto, aquella instantánea fotográfica que aparece cual inaprehensible barrido lumínico, destila con mayor libertad su impacto. Dolores y placeres se tornan contiguos, afines, mutantes: Manda la exploración, prima la excitación, reina el exceso.
- Tampoco faltan datos sobre el reciente y creciente recurso a variedad de instrumentos para ensanchar los límites de la experiencia sexual, a fin de intensificar ese plus que las zonas erógenas destilan; se llega a hablar incluso de una suerte de ferretería de la sexualidad, enésima evidencia de lo que Nietzsche sentenciara hace una centuria: Que todo lo que el ser humano toca vira artificio, desnaturaliza, juega, pervierte y, por ello mismo, divierte. Otra pista nos la proporciona el filósofo Lituano S. Zizek cuando da cuenta, en clave Lacaniana, del manto masturbatorio que todo contacto sexual supone, al punto que la pura cópula podría entenderse como un entrecruzamiento de manipulaciones, cortocircuito donde cada cual estaría más-turbado-que-el otro: Yo en ti para mi, tu en mi para ti, nosotros - vosotros - ellos para vuestros - nuestros - ellos. A fin de cuentas, qué es la masturbación, se pregunta Andrés Neuman, sino la relación entre el que está presente y todos sus ausentes.
- Y a propósito de ausencias y de lo que la presente serie fotográfica le debe a ellas, Cristias Rosas ha confesado que en gran medida, su trayectoria fotográfica equivale a un tránsito harto vinculado, inicialmente, a la vejez y muerte de su padre, para luego desplegarse en toda una gama de ceremoniales celebratorios, de trocas vitales se diría, entre variedad de pares, impares o dispares,: Objetos que viran sujetos, seres que anhelan ser sujetados o viceversa, órganos que se liberan, miembros que se ofrecen, cuerpos que se incorporan y se sustraen. El trabajo de Cristias va y viene entonces de un fantasma al otro, de aquellos que traslúcidos, tendían el puenting terrorífico entre vivos y muertos a estos otros, más palpábles y concretos, fantasmas de una normativa divisionista cuyos pilares sexuales y credenciales anatómicas se van cayendo por su propio peso justo a-queer y ahora.
- Julio Hevia Garrido Lecca.